Comentario
Si la relación Irak-Al Qaeda no existió, si las resoluciones de la ONU obligan caprichosamente, si Bagdad fue pasando por el aro de las inspecciones, si no existió amenaza para la paz mundial, si sus violaciones de los derechos humanos sólo se invocaron cuando se le consideraba enemigo, podrá concluirse que era legítimo hacerse cuanto fuera posible por debilitar el poder del dictador, por extremar las inspecciones, por implicar a fuerzas internacionales que impidieran sus fechorías... Búsquense todas las fórmulas que pudiesen neutralizar a Saddam como tirano, salvo la guerra, que quizás eliminara al monstruo, pero que habría de causar millares de víctimas inocentes.
Si eso no se entiende, si lo perentorio era promover una guerra que determinara la ocupación del país por fuerzas occidentales y la reordenación regional según el dictado de los vencedores, sólo cabe concluir que existieron otros motivos menos confesables.
Para Noam Chomsky, la causa determinante de la Guerra de Iraq no fue la defensa del derecho internacional o la oposición a la agresividad de Saddam. La razón es que, terminada la Guerra del Golfo, "Estados Unidos se encontraba en una posición perfecta para imponer su programa de rechazo y extender ampliamente la Doctrina Monroe (La de América, para los americanos). Fue nuestra manera de decir: "Miren, éste es nuestro territorio y aquí haremos lo que nos venga en gana" o, como de hecho, dijo George Bush (padre): Lo que decimos, sucede". Para que eso se cumpla, era preciso eliminar a Saddam e imponer un régimen manejable.
Pero las razones, de peso diferente, son múltiples:
- Históricas. El presidente Bush Jr quiso reparar la chapuza que su padre dejó en Irak, en 1991. La resistencia iraquí a cumplir las resoluciones "impuestas por papá", constituyeron un motivo de irritación permanente, sobre todo porque fueron unidas a la universal denuncia de las calamidades que las sanciones estaban causando a la población civil.
- Estratégico-ideológicas. Washington se encontraba incómodo en Riad: las raíces de Al Qaeda, la nacionalidad de buena parte de sus terroristas, su dinero y su ideología wahabí proceden de Arabia. En EE.UU. existen decenas de demandas contra personas físicas o jurídicas saudíes por los atentados del 11 de Septiembre. Las inversiones saudíes en EE UU, que superaron los 500.000 millones de dólares, están escapando a la carrera. Ya fue sido anunciado el interés de Riad por la evacuación de las tropas norteamericanas de su territorio... Hoy se vigila Irak desde Arabia; mañana se podría observar desde Irak todo el integrismo islámico: el wahabismo del Sur y el chiísmo del Este, el sufismo del Cáucaso.
-Estratégico es, también, el posicionamiento norteamericano en Asia central y en el Cáucaso, donde ya preparó bases antes de la campaña de Afganistán. Hoy existe presencia militar de EE.UU en Uzbekistán, Tayikistán, Kirguizistán, Afganistán, Georgia... Irak es una posible base mucho mejor situada para observar y controlar, incluso militarmente, esa región, por cierto rica en agua.
- Petrolíferas. No se quiera admitir, pero ese interés mercantilístico ha estado claro desde los años veinte y hoy, más: The Washington Post, observó: "El derrocamiento de Saddam Hussein sería como el maná para las compañías petrolíferas norteamericanas, proscritas desde hace mucho tiempo en Irak, y sería el final de los acuerdos entre Bagdad y Rusia, Francia, y otros países, Italia entre ellos, para el disfrute de sus recursos".
Una poderosísima razón para la guerra era la explotación de los grandes yacimientos iraquíes: "el derrocamiento de Saddam traerá beneficios", confesó el vicepresidente Dick Cheney. Pero, también, la vigilancia de sus vecinos; de las conducciones de petróleo y de gas existentes o futuras y del lugar estratégico para controlarlas. En un gran círculo de 1.650 kilómetros de radio, con epicentro en Bagdad, se encuentra el 90% de las reservas de crudo conocidas. Existen petroleras norteamericanas o participadas en toda Asia Central. La última importante es la Azerbaijan International Operating Company -con una inversión de 8.000 millones de dólares- que extraerá más de cien mil millones de barriles de petróleo en los próximos treinta años. Estamos ante el gran juego del siglo XXI.
Washington dispone de poder para imponer sus intereses. James Wolsey, ex director de la CIA, lo declaraba sin rubor: "Los países que tienen derecho al veto en la ONU han firmado ya contratos sobre el petróleo iraquí. Hay que decir que si nos apoyan, haremos lo imposible para que el nuevo Gobierno y nuestras compañías colaboren con ellos. En caso contrario, no".
- Políticas. Una guerra fácil que vacíe los arsenales anticuados y deje sitio para las nuevas armas, contratadas con los monstruosos presupuestos militares aprobado por el presidente Bush, era garantía de optimismo económico, inversiones, trabajo y desarrollo... Y, de paso, una advertencia universal: no se ataca impunemente al Imperio.
Scott Ritter fue inspector de la ONU durante ocho años. Irak le rechazó, tildándole de servir a la CIA. Washington, que le tuvo por héroe, ahora le acusa de ser un agente de Saddam Hussein. El cambio obedeció a que Ritter, patriota y pacifista, no veía razones para la guerra. Para él, en declaraciones a Julio A. Parrado: "Tiene el objetivo de poner en marcha políticas internacionales y nacionales que provocaran una perpetua situación de conflicto. Ahí está, por ejemplo, el concepto de seguridad interior. Los estadounidenses se levantan cada mañana con el anuncio de su Gobierno de que viven bajo un estado de amenaza perpetuo (...) En el exterior Bush certificó en septiembre pasado la estrategia de la supremacía militar de Estados Unidos. Es decir, el imperialismo. Una guerra contra Irak representa la aplicación de una política de dominio imperial de la tierra". (El Mundo, 3-2-2003).